Lo encontró en una tierra desértica, en una posición de lo más desamparada y desconsolada, y en el desierto desolado y aullante, donde solo se podía escuchar el grito lúgubre y aterrador de los animales salvajes, todo lo cual se agrega para enfatizar la posición de Israel en ese momento. Lo condujo, lo rodeó con la plenitud de su amoroso cuidado; le instruyó, sin perderlo de vista ni por un momento; Lo mantuvo como a la niña de sus ojos, con la más delicada ternura.

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