Porque éramos siervos, cautivos de los enemigos; sin embargo, nuestro Dios no nos ha abandonado en nuestra servidumbre, sino que ha extendido misericordia a nosotros ante los ojos de los reyes de Persia, para darnos un avivamiento, restaurándolos una vez más como nación y como congregación de Jehová, para establecer el casa de nuestro Dios, y para reparar sus desolaciones, y para darnos un muro en Judá y en Jerusalén, protegiéndolos de todos sus opresores. Habiendo sido mencionadas las misericordias de Dios, el pecado del pueblo se destaca con mayor fuerza en comparación.

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