y apartaré mi mano, y verás mis espaldas; pero no se verá mi rostro. Mientras estaba de pie en la cueva o en la hendidura de la roca, bajo el poder protector del Señor, Moisés iba a ver el resplandor, el reflejo, de la gloria del Señor, lo que le permitiría formarse algún concepto de la belleza y excelencia incomparables. de la majestad divina, como lo vería más tarde, en la vida de glorificación.

Para nosotros, los cristianos, es un asunto de gran consuelo que el Hijo de Dios, nuestro Salvador Jesucristo, nos proteja de la ira y el juicio, y finalmente nos lleve al hogar de arriba, donde veremos Su gloria, por los siglos de los siglos.

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