Y con ella se oía una voz de multitud que se hallaba a gusto, una muchedumbre suelta y bulliciosa que aprovechaba la invitación de Jerusalén; y con los hombres comunes, los miembros de las turbas que pululaban por las calles, fueron traídos los sabeos del desierto, juerguistas borrachos, que se pusieron brazaletes en las manos y hermosas coronas en la cabeza, engalanadas así ambas mujeres lascivas. por sus amantes malvados.

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