Hijo de hombre, he aquí, te quito el deseo de tus ojos, su amada esposa, de un golpe, por una muerte repentina; sin embargo, no llorarás ni llorarás, ni se derramarán tus lágrimas, es decir, Ezequiel debía abstenerse de toda demostración de duelo o tristeza por la profunda pérdida que sufriría.

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