Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro, el gobernante de la gran capital comercial y metrópoli: Así dice el Señor Dios, el que tiene en su mano el destino de los imperios y de los individuos, porque tu corazón se enaltece, con orgullo pecaminoso y blasfemo, y has dicho: Soy un Dios, una afirmación presentada por muchos gobernantes paganos que exigieron para sí mismos veneración divina, me siento en el asiento de Dios, en el trono del único Gobernante celestial mismo, en el en medio de los mares, considerando inexpugnable el baluarte de su capital para los hombres y las fuerzas de la naturaleza; sin embargo, eres un hombre, simplemente un ser humano humilde y mortal,y no Dios, aunque pusiste tu corazón como el corazón de Dios, no solo imaginándote a sí mismo para ocupar la posición de Dios, sino también pensando en sí mismo como poseedor y capaz de usar el poder omnipotente de Dios;

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