Mis ovejas, como el Señor todavía deseaba observarlas y tratarlas, deambulaban por todos los montes y por todo collado alto, mientras sus captores las esparcían por las naciones del mundo; sí, Mi rebaño estaba esparcido por toda la faz de la tierra, y nadie los buscó ni buscó, nadie se preocupó por su bienestar ni hizo ningún esfuerzo por averiguar sobre su condición. Los gobernantes eran, en suma, totalmente deficientes en el sentido del deber que debería haberlos caracterizado en su relación con su pueblo.

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