Y cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante de mí y sé perfecto. Veinticuatro años Abram había sido un forastero en Canaán, habían transcurrido trece años desde el nacimiento de Ismael, y todavía la paciencia de Abram y Sarai estaba duramente probada, todavía ningún niño llegaba a alegrar sus corazones. Pero ahora el Señor se le apareció a Abram una vez más, llamándose a sí mismo el Dios todopoderoso, y pidiendo a su siervo que caminara delante de él, que llevara toda su vida sin reproche.

Todo aquel que es justificado por la fe se conducirá en toda su vida y en sus acciones de tal manera que honre a Dios y ponga toda su confianza en Él, incluso si se demora en el cumplimiento de alguna promesa.

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