Y el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho? Es una llamada llena de reproche: ¿Por qué has hecho esto? ¡Qué cosa tan terrible! ¡Cómo pudiste olvidarte tanto de la orden! Y la mujer dijo: La serpiente me engañó, y comí. De hecho, hay una confesión del hecho, pero no del pecado, como en el caso del hombre. Ella culpó a la serpiente por haberla engañado y seducido.

Lo que faltaba eran los golpes en el pecho y la oración humilde: ¡Dios, ten piedad de mí, pecador! Vemos aquí la indescriptible bajeza del pecado, también en su invención de mentiras y excusas, para culpar a otro. Una comprensión adecuada de su poder nos permitirá comprender mejor la gloria de la misericordia de Dios en Cristo Jesús.

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