que los hijos de Dios vieron a las hijas de los hombres que eran hermosas; y tomaron para ellos mujeres de entre todas las que eligieron. Los Cainitas habían abandonado hacía mucho tiempo al Señor y Su adoración y vivían de acuerdo con los deseos de su mente. Pero con el paso del tiempo esta corrupción se extendió también a las familias de los piadosos, a los hijos de Dios, a los creyentes, manifestándose ante todo en una laxitud moral. En quince siglos tuvo lugar un notable aumento de la familia humana y se hizo cada vez más difícil mantener la disciplina que el Señor deseaba.

Los hombres pertenecientes a la tribu de Set permitieron que consideraciones carnales los influyeran en la elección de sus esposas. Las hijas de los hombres, aquellas que vivieron sólo para este mundo e hicieron del disfrute de todo lo que este mundo ofrece su fin y meta, hicieron muy naturalmente su objetivo el desarrollo de la mera belleza física. Esta belleza resultó ser la trampa que cautivó a los hijos de Dios, los hombres de la generación de los creyentes.

Tomaron para sí esposas de todo lo que eligieron, ya no como piadosas compañeras en un matrimonio en castidad y honor, sino para la mera satisfacción de sus deseos sensuales. Así, la corrupción de los Cainitas fue introducida en la Iglesia de Dios antes del Diluvio.

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