Porque el Señor es nuestro Juez, que vela por los derechos y la honra de su pueblo; el Señor es nuestro Legislador, el que maneja el bastón de general en medio de ellos; el Señor es nuestro Rey, Su trono de poder y misericordia está establecido en medio de ellos; Él nos salvará, para Él ellos podrían esperar con confianza la liberación de todo daño y peligro. Y así, el capítulo concluye con una descripción de la Ciudad de Dios, la Iglesia de Cristo, contrastando su angustia actual con su gloria futura.

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