Y nadie piensa en su corazón, tanto como piensa en su acto, ni hay conocimiento ni entendimiento para decir, al reflexionar sobre su propia conducta, he quemado parte de ella en el fuego; también he horneado pan sobre sus brasas, sobre el lecho de brasas ardientes; Yo asé carne y la comí, ¿y haré abominación su residuo? ¿Caeré al tronco de un árbol? a la figura que cedió el árbol, el ídolo que, por así decirlo, produce. Los idólatras se vuelven completamente insensibles a la incongruencia de su comportamiento, a la irracionalidad de su adoración.

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