Tu propia maldad te castigará, su pecado traerá consigo su propio castigo, y tus rebeliones te reprenderán, porque los mismos aliados cuya ayuda buscaron se convirtieron en instrumentos de destrucción de Israel. Conoce, pues, y mira que es cosa mala y amarga que hayas abandonado al Señor, tu Dios, que lo averigüen a costa de ellos, y que mi temor, la reverencia que la nación como tal debería haber tenido para con Jehová, no está en ti, dice el Señor Dios de los ejércitos. Dondequiera que el temor de Dios no guía ni dirige la conducta de los hombres, tarde o temprano están obligados a pagar por su deserción y apostasía.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad