Pero Nabuzaradán, el capitán de la guardia, dejó a los pobres del pueblo, que no tenían nada en la tierra de Judá, ni posesiones, y les dio viñedos y campos al mismo tiempo, en ese tiempo, es decir, cuando llevó cautivos a los demás. Recibieron órdenes de cultivar viñedos y campos, no fuera que el país volviera a su estado salvaje y no produjera ingresos. Así se cumplieron con todo detalle las palabras amenazadoras del Señor sobre el destino de los judíos desobedientes, como ejemplo de advertencia a los incrédulos de todos los tiempos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad