Tú dijiste: ¡Ay de mí ahora! es decir, a causa del odio de sus enemigos, porque el Señor ha añadido dolor a mi dolor, el que él sentía a causa de la depravación de su pueblo. Me desmayé en mis suspiros y no encuentro descanso. El dolor que sintió Baruc se intensificó por el temor por su propia vida debido a las sospechas de sus propios compatriotas, 43: 3. Todo esto le pareció que equivalía a un trato muy duro por parte de Dios.

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