Él hace que venga, dirigiendo la tormenta, haciendo que las nubes descarguen sus cargas, ya sea para corrección, es decir, cuando una tormenta devastadora resulta ser un azote, o para Su tierra, o para misericordia, cuando Él sabe que es necesario para el tierra, cuando quiere dispensar sus bendiciones en una lluvia suave. Así, la majestad de Dios, como se manifiesta en la naturaleza, reivindica todas sus acciones, mostrando que es su privilegio, su derecho, tratar con los hombres como mejor le parezca.

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