Por tanto, clamaron al Señor, en este caso dirigiéndose a Jehová, el Dios verdadero, y dijeron: Te rogamos, oh Señor, te suplicamos que no perezcamos por la vida de este hombre, que seamos responsables del hecho de que ahora entregadlo a lo que les pareció una muerte segura, y no impongáis sobre nosotros sangre inocente, imputándoles, ya que Jonás no les había hecho daño de ninguna manera; porque Tú, oh Señor, has hecho lo que te agradó, Él lo había determinado, la suerte, según las instrucciones de Él, hizo necesaria la ejecución.

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