Y será que cualquiera que salga por las puertas de tu casa a la calle, en cualquier lugar afuera, su sangre estará sobre su cabeza, sería su propia culpa si algún soldado de Israel lo matara, y seremos inocente; y cualquiera que esté contigo en la casa, su sangre estará sobre nuestra cabeza si alguna mano estuviera sobre él, en ese caso asumirían la culpa. Esa fue la segunda condición.

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