Y levantaron sobre él un gran montón de piedras hasta el día de hoy, en conmemoración de su deshonra y sirviendo de advertencia durante muchos años, hasta que este relato se incorporó en el libro. Así que el Señor, después del castigo de los culpables, se apartó del ardor de Su ira, que incluye la certeza de que Su ayuda estaba asegurada para el futuro. Por tanto, el nombre de aquel lugar fue llamado Valle de Acor (angustia) hasta el día de hoy.

La historia de Acán contiene una seria lección; porque, aunque estaba verdaderamente arrepentido, tuvo que sufrir el castigo de su transgresión. Así, un pecador arrepentido puede tener la seguridad del perdón de Dios y, sin embargo, estar obligado a sufrir el castigo que se le impuso a su transgresión. A este respecto, un falso sentimentalismo está haciendo más daño que bien y convierte en hipócritas a muchos criminales que aprenden a jugar con los sentimientos de los hombres.

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