No hubo una palabra de todo lo que Moisés mandó que Josué no leyera ante toda la congregación de Israel, con las mujeres y los niños y los extraños que estaban familiarizados con (que vivían con) ellos, que habían elegido echar su suerte con ese de Israel. Nosotros, los creyentes del Nuevo Pacto, siempre estaremos conscientes de la Revelación del Nuevo Testamento, del Evangelio, sin dejarlo nunca fuera de nuestros ojos. Porque de la actitud de un hombre hacia el Evangelio de Jesucristo depende, en último análisis, su eterno bienestar o aflicción.

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