Y el Espíritu del Señor vino poderosamente sobre él, instándolo con gran fuerza, y lo desgarró como hubiera desgarrado a un cabrito, agarrando a la bestia con sus propias manos y matándolo con la mayor facilidad, y había nada en su mano, ningún arma de ningún tipo; pero no le dijo a su padre ni a su madre lo que había hecho, fue consciente por primera vez de que la fuerza que poseía era un poder inusual, y se sintió tímido en discutirlo incluso con sus padres, tanto más porque ellos Se habría sorprendido por el relato del peligro en el que había estado.

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