Y le dijeron: Hemos bajado para atarte, y entregarte en manos de los filisteos, acto de traición con el que esperaban salvar su vida y su fortuna. Y Sansón les dijo: Júrenme que ustedes mismos no caerán sobre mí, es decir, con el propósito de darle muerte; porque las cosas habían llegado a una etapa en la que esto no estaba más allá de los límites de lo posible, y Sansón no tenía poder en ese caso, ya que no se ensuciaría las manos con la sangre de sus compatriotas.

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