Porque es la vida de toda carne; su sangre es su vida. Por tanto dije a los hijos de Israel: No comeréis sangre de ninguna carne; porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que lo coma será cortado. El que comió sangre o permitió que los perros u otros animales comieran la sangre que había derramado, profanó lo que el Señor había apartado como consagrado a sí mismo, y así se hizo culpable.

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