Por tanto, guardaréis Mi ordenanza, el precepto que cubre este asunto basado en la ley natural, de que no cometeréis ninguna de estas abominables costumbres que se cometieron antes de vosotros, y que no os contaminéis en ellas. Yo soy el Señor, tu Dios, y el Dios justo y santo no puede soportar tales costumbres abominables, como en aquellos días, como en nuestros tiempos. Hay un indicio en este Capítulo que ha sido abundantemente sostenido por la historia, a saber, que cualquier relajación de la pureza sexual suele ir acompañada de la perversión o negación de alguna doctrina fundamental.

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