Versículo 30.

Guardareis mis ordenanzas.  La única manera de preservarse de todo culto falso es considerar seriamente y observar devotamente las ordenanzas de la verdadera religión. Aquel que en las cosas de Dios no va más allá de lo que puede decir: Así está escrito, y así me corresponde hacer, nunca es probable que reciba un credo falso, ni realice un acto de adoración supersticioso.

1. Cuán cierta es esa palabra: ¡La ley del Señor es PERFECTA! En un pequeño compás, y en un detalle muy minucioso, comprende todo lo que está calculado para instruir, dirigir, convencer, corregir y fortificar la mente del hombre. Todo lo que tiende a corromper o dañar al hombre, eso lo prohíbe; todo lo que está calculado para confortarlo, promover y asegurar sus mejores intereses, eso lo ordena. Lo toma en todos los estados posibles, lo ve en todas las conexiones, y provee para su felicidad presente y eterna.

2. Como el alma humana está contaminada y tiende a la contaminación, la gran doctrina de la ley es la santidad para con el Señor: esto lo tiene invariablemente en cuenta en todos sus mandatos, preceptos, ordenanzas, ritos y ceremonias. Y con qué fuerza dice en todos ellos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la doctrina principal del capítulo anterior; y se cumplirá en todos los que crean, porque Cristo es el fin de la ley para la justicia de los que creen.

Lector, engrandece a Dios por su ley, pues por ella se conoce el pecado; y engrandécelo por su Evangelio, pues por él se cura el pecado. Sea la ley tu maestro para llevarte a Cristo, a fin de que seas justificado por la fe, y para que se cumpla en ti la justicia de la ley, y para que andes, no según la carne, sino según el Espíritu.

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