Y esto habéis hecho otra vez, como la segunda transgresión que el Señor consideró necesario reprender, cubriendo el altar del Señor con lágrimas, con llanto y clamor, es decir, haciendo que sus esposas divorciadas vinieran al Santuario y allí registran su lamento por la injusticia recibida, de tal manera que Él, el Dios del pacto, no hace más caso de la ofrenda ni la recibe con buena voluntad de tu mano, no quiso nada de su adoración mientras las condiciones fueran tales. "Sus esposas divorciadas van al altar de Jehová, allí para derramar su corazón delante de Él, para quejarse del trato cruel que se les ha dado y para buscar Su ayuda" (Lange).

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