La Transfiguración de Jesús.

Una declaración solemne: Y les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venir con poder.

Estas palabras probablemente fueron dirigidas solo a sus discípulos, o al menos dichas solo de ellos, ya que presuponen una intimidad con Jesús que la mayoría de la gente de ese país no poseía. Algunos de los que estaban allí en el círculo escuchando sus palabras no probarían la muerte, no serían arrebatados por la muerte, hasta que vieran el reino de Dios viniendo, o viniendo, en poder.

El día en que la ira de Dios se derramó sobre Jerusalén es, según las Escrituras, el principio, el amanecer del gran día de Dios en el que enviará a Cristo en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos. La destrucción de Jerusalén no fue solo un tipo, sino que en realidad comenzó el gran juicio final de Dios sobre el mundo pecaminoso que lo rechazó a Él y a Su Hijo. Varios de los discípulos de Jesús que escucharon estas palabras aún vivían cuando tuvo lugar la destrucción de Jerusalén, y así se convirtieron en testigos de la forma en que el Cristo glorificado paga, castiga a los que han despreciado Su Palabra y Su gracia. Entonces, las palabras de Cristo en este caso fueron tanto una predicción como una promesa.

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