Estas son las cosas que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina a nadie.

Peter, a su manera impulsiva, aunque podría haber actuado como portavoz de los Doce, quiere que se explique el dicho, que tiene suficiente simbolismo para causar alguna dificultad. Pero la ocasión misma proporcionó una pista, y el Señor reprendió la súplica de Pedro de que se aclarara el oscuro dicho: ¿Es posible que aun vosotros sois tan denso en asuntos espirituales? después de dos años de instrucción? Quiere que sus discípulos utilicen su intelecto iluminado correctamente y no conviertan el asunto en un misterio.

Es de conocimiento común que la comida que usa el cuerpo influye directamente sólo en la vida física y mental, y no concierne al corazón ni al espíritu. Al arrojar lo inútil, la materia indigesta y no digerida, el cuerpo se purga continuamente. Este proceso físico no contamina a una persona, así como este resultado no seguirá a su alimentación con las manos sucias. Pero lo contrario es cierto de las cosas, palabras y hechos que, saliendo del corazón, pasan del cuerpo por la boca.

"El Salvador da a entender que las obras malas pasan primero por el conducto de una boca maligna, revelando así el estado maligno del corazón". Las palabras que representan los pensamientos y deseos dirigidos hacia tales pecados, son moralmente contaminantes, revelan la contaminación que existe en el corazón. Los malos pensamientos, las malas conversaciones y discusiones del corazón, se manifiestan en todo tipo de pecados, envidias y asesinatos reales, la ruptura del vínculo matrimonial y la asunción no autorizada de relaciones permitidas únicamente dentro del santo matrimonio, la adquisición de la la propiedad del prójimo por medios indebidos, la difamación del buen nombre del prójimo, el hablar mal de Dios y del hombre, esas son las cosas que causan contaminación y son manchas en el corazón y el carácter, no la omisión de una mera costumbre ceremonial.

"El que quiera lavarse las manos, que se las lave; el que no quiera lavarse las manos, que desista de ello: esos asuntos no tienen nada que ver con la justicia y con el pecado; no quiero que el pecado o la justicia consistan en en ellos. Por tanto, debes separar la justicia y el pecado de tales preceptos de los hombres. No me opongo a que nadie se lave; pero sí me opongo que alguien por esa razón se considere justo y santo ante Dios ".

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