Y sucedió que, cuando las puertas de Jerusalén empezaron a oscurecer antes del sábado, aproximadamente a la hora antes de la puesta del sol, porque el sábado de los judíos comenzaba con la puesta del sol, ordené que se cerraran las puertas, y ordené que ellos no debe abrirse hasta después del sábado. Y algunos de mis siervos me pusieron a las puertas, dándoles instrucciones de vigilar, para que no entraran carga en el día de reposo.

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