v. 19. En la multitud de palabras no hay pecado, es decir, alguien dado a hablar excesivamente sobre cualquier tema, fácilmente se volverá culpable de transgresión; pero el que refrena sus labios, mostrando discreción en el hablar, es sabio, porque el silencio es oro. Cfr. Santiago 3:2 ; Mateo 12:36 .

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