v. 29. El que turba su propia casa, y su avaricia le hace negar a los miembros de su casa sus ganancias o su legítimo sustento, heredará el viento, no ganará nada y quedará en nada; y el necio será siervo del sabio de corazón, el mismo avaro que trató a su casa con tan mezquindad llegando a tales apuros que es siervo de alguien que no fue culpable de la misma necedad.

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