v. 29. El que es lento para la ira, el que es capaz de controlarse a sí mismo, que se tiene bien a sí mismo en todo momento, es de gran entendimiento, siempre tendrá una mente clara para discriminar adecuadamente; pero el de espíritu apresurado, temerario y irascible, exalta la necedad, está obligado a llevar la necedad al exceso, a hacer el ridículo.

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