v. 26. El que trabaja, trabaja para sí mismo, su espíritu o alma, bajo la presión de las necesidades de la vida, lo impulsa a trabajar arduamente por su pan de cada día; porque su boca lo anhela, lo empuja hacia adelante, lo compele, lo aguijonea, porque es la regla del Señor que el hombre debe trabajar para obtener las necesidades de la vida.

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