v. 26. Hijo mío, dame tu corazón, la Sabiduría misma aquí suplicando al joven que se dedique a ella en todo momento, y que tus ojos observen Mis caminos, siguiendo la conducta, los principios y las reglas de vida que están prescritos por la verdadera sabiduría, como se resume en la Palabra de Dios.

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