¡Qué, hijo mío! una exclamación apasionada dirigida a su hijo para evitar que escoja los caminos del mal. ¡Y qué, el hijo de mi vientre! la expresión está destinada a mostrar la profundidad del apego de la verdadera madre. ¡Y qué, el hijo de mis votos! la madre consideraba a su hijo como uno dedicado al Señor desde su nacimiento. Habiendo dado así evidencia de su amoroso interés, la madre de Lemuel añadió algunas amonestaciones específicas.

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