Lávate, pues, y ungete, y vístete con tus ropas, prestando especial atención al adorno de su persona, que probablemente había descuidado durante su viudez, y bájate al suelo; pero no se dé a conocer al hombre hasta que él haya terminado de comer y beber, ella no debe dejarse ver hasta que él haya tomado parte de su cena tardía, lo que probablemente lo pondría de humor para darle una atención más favorable a su proposición. .

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