Los impíos no lo son, ni en la conducta ni en la felicidad, y por tanto tanto su condición como su destino a los ojos de Dios difieren amplia y radicalmente del de los creyentes; pero son como la paja que se lleva el viento, han sido pesados ​​y hallados faltos, y por lo tanto, la destrucción total les sobreviene como consecuencia de su vacío y vanidad, así como la paja en las eras abiertas de Oriente se esparce a los cuatro vientos, mientras que el grano más pesado permanece.

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