Ríos de aguas corren por mis ojos, con profundo dolor y tristeza por la manera en que los hombres rechazan al Señor y traen destrucción sobre sí mismos, porque no guardan tu ley. No es el orgullo arrogante lo que hace que los creyentes hablen a los impíos de una manera tan enfática, sino un amor sincero por la salvación de su alma.

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