No inclines mi corazón a ninguna cosa maligna, permitiéndole seguir su tendencia natural a este respecto, a practicar obras inicuas con hombres que obran iniquidad, uniéndolos a la iniquidad en la que están tan profundamente en casa; y no me dejes comer de sus manjares, ni probar ni participar de los placeres sensuales de aquellos que han ganado injustamente sus posesiones. Pero el creyente también está dispuesto a aceptar la reprensión de sus hermanos en la fe.

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