Saca mi alma de la prisión, de este extremo de dolores en que se encuentra, para que pueda alabar tu nombre, en agradecimiento por lo que el Señor había hecho por él. Me rodearán los justos, acercándose a él y rodeándolo con compasivo gozo; porque me tratarás generosamente, siendo su triunfo final una certeza más allá de la sombra de una duda en su mente, ya que confió en la promesa de su misericordioso Padre celestial. Así, los dolores de este mundo presente enseñan a todos los creyentes a tener el corazón en sintonía con la alabanza del Señor siempre, al exponer Su generosidad.

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