Por tanto, les harás volver la espalda, les harás volverse los hombros, les obligarás a retroceder y huir, cuando les prepares tus flechas sobre tus cuerdas contra el rostro de ellos, es decir, cuando sus angustias los hagan huir, el Señor los alcanzaría y pondría Su arco para apuntarlos a la cara, hostigándolos por ambos lados, colocándolos entre dos fuegos y aniquilándolos así.

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