El Señor es su Fortaleza, una protección para todos los que creen y confían en Él, y Él es la Fuerza salvadora de Su ungido, que preserva poderosamente a todos los consagrados a Él de toda forma de destrucción al colocarlos en lugares de refugio donde el las artimañas de los enemigos no pueden alcanzarlos. Es en esta confianza gozosa y segura que se hace la oración final por la Iglesia cristiana de todos los tiempos,

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