Pero tú, oh Señor, eres un escudo para mí, protegiéndolo de todos los ataques de los enemigos; mi Gloria, la fuente de toda la dignidad y autoridad de David como rey, y el Levantador de mi cabeza, seguramente lo sacará de la profunda depresión con la que estaba luchando, que lo acosaba por todos lados. Es la suerte de los hijos de Dios en este mundo que deben sufrir el que siempre estén en profunda tribulación; pero desde lo más profundo de su miseria y aflicción pueden y deben mirar al Dios de su salvación.

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