Mi ojo, como espejo de todo el ser del hombre, se consume de dolor, se disuelve de duelo; envejece a causa de todos mis enemigos, el poder de la visión y toda la fuerza del alma se debilita como con la vejez. Sin embargo, en medio del dolor y el llanto del pecador, mientras pronuncia su oración pidiendo alivio, su valor y fuerza crecen.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad