Salmo 113:1-9

1 ¡Aleluya! ¡Alaben, oh siervos del SEÑOR, alaben el nombre del SEÑOR!

2 Sea bendito el nombre del SEÑOR desde ahora y para siempre.

3 Desde el nacimiento del sol y hasta donde se pone sea alabado el nombre del SEÑOR.

4 Alto sobre todas las naciones es el SEÑOR; sobre los cielos es su gloria.

5 ¡Quién como el SEÑOR nuestro Dios, el que mora en lo alto

6 y se humilla para mirar en el cielo y en la tierra!

7 Levanta del polvo al pobre, y al necesitado enaltece desde la basura

8 para hacerle sentar con los nobles, con los nobles de su pueblo.

9 Él hace habitar en familia a la estéril, feliz de ser madre de hijos. ¡Aleluya!

el Dios poderoso enaltece a los humildes

Salmo 113:1 ; Salmo 114:1

Detectamos el cántico de la madre de Samuel en el primero de estos salmos. Ella cantó el "Magnificat" del Antiguo Testamento y fue embalsamado por el salmista aquí. Así pasó al salterio de la Iglesia. Note la universalidad de esta atribución de alabanza. Para siempre, Salmo 113:2 ; por toda la tierra, Salmo 113:3 ; y sobre todos los cielos, Salmo 113:4 . ¡Qué Dios maravilloso es el nuestro! El cielo no puede contenerlo, pero Él levanta del polvo al pobre y al necesitado. La grandeza no es grandeza, y el bebé en la cuna es más importante que el palacio.

En Salmo 114:1 Egipto representa la tiranía del pecado; pero hemos sido redimidos. Como Israel, hemos salido. Ya no pertenecemos al mundo actual con su lengua extraña. El nuestro es el idioma de Canaán, nuestro hogar. Este éxodo nuestro nos ha convertido en templo y santuario de Dios. Si una vez que la Iglesia se diera cuenta de que está poseída por Dios, se volvería irresistible.

Los mares se dividirían, los ríos comenzarían a retroceder, las montañas se dividirían y las colinas desaparecerían. “Imposible” sería borrado de nuestro vocabulario. El poder que hizo temblar al Sinaí dio a la tierra manantiales de agua. Cuando el alma encuentra su todo en Dios, el mundo deja de atemorizarlo o atraerlo, y las rocas producen corrientes refrescantes.

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