En vista de su intención de visitarlos nuevamente, el apóstol los instó a un examen personal. Debían probarse a sí mismos y demostrar si estaban en la fe. El motivo de su apelación, instó, no era que pudiera ser aprobado, sino que podrían hacer lo correcto.

Todo este prolongado argumento del apóstol difícilmente puede leerse sin una conciencia de su profunda ansiedad de que los corintios lo comprendan y sepan que el único motivo que lo impulsaba en todos sus tratos con ellos era el amor por ellos. Y, sin embargo, mientras ansiaba que lo entendieran, deseaba mucho más que ellos mismos estuvieran justos con el Señor.

Las últimas palabras son palabras de alegría. Primero se da una serie de breves exhortaciones, indicando cuál debería ser la verdadera actitud de los corintios. "Adiós", que aquí no equivale a "Adiós", sino a "Regocíjate". "Sea perfeccionado" o "Esté completamente equipado". "Consuélense", mandato que lleva el pensamiento al principio de la carta, en la que el apóstol trató tan plenamente el consuelo de Dios, que llega a todos los afligidos.

"Sea de la misma opinión", llevando el pensamiento aún más atrás, al comienzo de su primera carta, en la que introdujo su primera sección correctiva mediante un mandato similar. "Viva en paz", la palabra que lo incluye todo, porque la paz presupone pureza y es la condición misma del poder.

Después de los mandatos viene la declaración: "El Dios de amor y paz estará contigo".

Todo el pasaje se cierra con la bendición. Primero, "la gracia del Señor Jesucristo", ¡porque es por medio de Él que la gracia ha tenido su! Epifanía, y a través de Él tenemos acceso al Padre. Luego "el amor de Dios", porque eso está siempre en el corazón de toda bendición, siendo la fuente infinita de la que fluyen los arroyos. Y, finalmente, "la comunión del Espíritu Santo", porque es a través de tal comunión que las bendiciones de la gracia se realizan y el amor de Dios se derrama en el corazón.

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