Desde Elim, la gente se trasladó a la tristeza del gran desierto y comenzó a ser consciente de la escasez de algunas de las cosas que habían tenido, incluso en medio de la esclavitud egipcia. Se manifestó un anhelo por lo material que por el momento les hizo inconscientes del valor de lo espiritual. Declararon claramente que la esclavitud con la carne era preferible a la libertad con hambre.

Muy llamativa es la actitud y la actividad de Jehová hacia ellos. Sin reprensión les dio pan y carne. En el método del don del maná se aprecia una gran lección. La gente debía entender que su vida sería una dependencia diaria de Dios. Debían reunirse cada día durante cinco días y el sexto lo suficiente para ese día y el sábado.

Probablemente hoy haya algunas personas que pueden sonreír ante esta historia de días lejanos. Los grandes hechos, sin embargo, se mantienen en esta hora. En el camino de la obediencia, todo hombre encontrará manifestaciones de la Divina Presencia y dominio, y que las cosas imposibles para él le son posibles con Dios.

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