La segunda figura era la de la adúltera, y esto el profeta hizo mucho. Jerusalén fue procesada por sus abominaciones, que fueron descritas bajo la figura de ese adulterio espiritual y prostitución que Oseas había expuesto de manera tan gráfica y poderosa.

Ezequiel trazó toda la historia de la ciudad. Su origen era de la tierra de los cananeos, su padre amorreo y su madre hitita. Ella era una niña abandonada, nacida y abandonada. En esta condición de impotencia, Jehová la encontró y la alimentó. La descripción del profeta del tierno cuidado de Jehová está llena de belleza. Al llegar a la madurez, el niño fue tomado en matrimonio y cargado de beneficios.

El renombre de la gloria de su estado y vestimenta "se extendió entre las naciones". Luego vino la caída, y con palabras de fuego vivo, el profeta se ocupó de la terrible infidelidad de la esposa mientras confiaba en su belleza y se volvía a la prostitución, en la que prostituía las riquezas de su marido. Todos los dones que le habían sido prodigados con amor, los convirtió en el medio para continuar con sus malas acciones.

La prostitución de Jerusalén había sido peor que la común en la que la ramera recibe regalos, ya que ella había otorgado regalos para seducir a otros. Hasta las hijas de Filistea se avergonzaron de su lascivia. Debido al odio del pecado, el castigo de Jerusalén sería terrible.

El método sería poner en su contra a sus amantes, es decir, a aquellos a quienes había seducido. Con terrible venganza, la atacarían y la despojarían de todos sus adornos y su ropa, exponiéndola a la vergüenza. En proverbios de desprecio se hablaría de ella como la hija de su madre la hitita, como una hermana de Samaria y Sodoma. Sin embargo, el profeta declaró que Jerusalén había sido más corrupta que cualquiera de estos.

El pecado de Jerusalén había sido tanto más atroz en el sentido de que había profesado establecer el estándar para sus hermanas, mientras que había sido más abominable que ellas. Sin embargo, toda esta vergüenza para la ciudad culpable fue para que ella pudiera arrepentirse y volverse a Dios, y así regresar a su estado anterior. En esto nuevamente es evidente el pensamiento de Oseas sobre la restauración de la esposa pecadora. El último movimiento de esta terrible historia es aquel en el que el profeta predijo la restauración de la 'esposa mediante el recuerdo de Jehová del Pacto y su restablecimiento.

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