Aquí tenemos el relato de la primera comunicación divina directa de Jehová a Isaac. Llegó en un momento de dificultad como el que había hecho que su padre descendiera a Egipto. Advertido contra la repetición de esa locura, se salvó así de cometer el error de su padre. Sin embargo, por extraño que parezca, repitió la locura de su padre en Gerar en relación con Abimelec. La historia nos recuerda que no hay una herencia más rica en la que un hombre pueda entrar que una paternidad piadosa, pero que, después de todo, cada hombre tiene que pelear sus propias batallas y trabajar por su propia salvación.

La tranquila paciencia de Isaac se manifiesta en el asunto de los pozos. Primero procedió a cavar nuevamente los pozos de su padre Abraham. Entonces sus siervos cavaron un pozo nuevo, por el cual los pastores filisteos disputaron, y lo llamó Esek, es decir, Contención. Aún perseverando, cavaron otro y esto fue seguido por más luchas. Este bien Isaac llamó a Sitnah, que significa enemistad. Nuevamente cavaron y no siguió ninguna contienda. Todo esto fue la tranquila persistencia de la fe.

Al regresar de Gerar a Beerseba, Jehová hizo Su segunda comunicación directa a Isaac. Parecería que esta comunicación siguió al regreso de Isaac a su propio lugar. Formaba parte de la naturaleza de la ratificación del pacto, e Isaac respondió de inmediato de una manera que indicaba su fidelidad de corazón al principio de la fe. Construyó un altar y plantó una tienda. Esta acción fue seguida por una visita de Abimelec y un pacto entre él e Isaac muy similar al hecho entre Abraham y Abimelec.

En la historia vemos cómo opera la fe en el caso de naturalezas tan tranquilas y menos aventureras.

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