A pesar de todo esto, Job apeló a Dios. Volviendo de su respuesta a Bildad, derramó su agonía como en presencia del Altísimo. De ninguna manera fue un llamamiento esperanzador, pero fue un llamamiento. Preguntó por qué Dios puede contender con él, y con una osadía terrible pero sincera, nacida de la aflicción, sugirió preguntas:

¿Se deleita Dios en lo que está haciendo? ¿Es la visión de Dios defectuosa como la del hombre que no puede ver? ¿Son breves los días y años de Dios para que tenga miedo de que Job se le escape?

Después de estas preguntas, vino su gran atractivo, que también tiene la forma de una pregunta. Dios lo ha creado. ¿Por qué lo destruye? Este pensamiento lo llevó a cabo en detalle en ambos lados, describiendo primero su creación y la bondad del pasado de Dios al tratar con él; y luego la aflicción y su propia incapacidad para defender su causa. Una vez más preguntó por qué había nacido, y con terrible angustia clamó a Dios que lo dejara solo un poco para que pudiera tener un breve respiro antes de morir.

La profundización de su dolor se ve en esta oscura descripción de la muerte. En una ocasión anterior había sido una tierra de descanso y cese, pero ahora es un lugar de oscuridad desprovisto de orden. Si nos sentimos tentados a criticar, siempre debemos recordar que en todo el Libro Dios no presenta cargos contra Su hijo. Cosas terribles fueron las que Job dijo acerca de Dios, pero al menos fueron honestas.

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